lunes, 10 de octubre de 2011

Estudiar en Bolivia es dos veces más barato que en Cabo Verde


Al menos 206 caboverdianos están en el país buscando una profesión en diversas áreas. Son jóvenes que pronto volverán a Cabo Verde para ejercer la carrera que estudian. Así como otros extranjeros, viven en departamentos alquilados, donde se reúnen para compartir su música y su comida tradicional.

Ser arquitecto, ese es el sueño de Gerson Spencer Monteiro, un caboverdiano que dejó su país hace dos años para estudiar en Cochabamba.
Y que estudiar una carrera en Cabo Verde es altamente costoso y, por ahora, poco práctico, toda vez que las universidades que hoy existen son relativamente nuevas.
Gerson es un joven de 29 años, casado y con tres niños que viven en Cabo Verde. Llegó a Cochabamba en agosto de 2009 y se inscribió en la Universidad del Valle, de donde espera titularse el próximo año como arquitecto.
Cuenta que vino al departamento tras conocer que había la posibilidad recibir una educación superior de alta calidad a un costo mucho más bajo que el de su país.
Así como él, 206 caboverdianos dejaron su tierra natal y recorrieron más de 5 mil kilómetros hasta llegar a Cochabamba.
Asegura que estudiar en la llajta es beneficioso porque desde que ingresó a la Univalle recibió una enseñanza no sólo teórica sino práctica, que le permitirá ser un buen profesional en su país.
“Bolivia es muy linda y económica, porque estudiar resulta dos veces más barato que en mi país y otros como el Brasil o Portugal”, comenta al agregar que hasta hace unos años, muchos caboverdianos optaban por otros lugares, hasta que, a través del periódico, se enteraron la oferta que había en Bolivia.
Es así que muchos jóvenes fueron llegando a Cochabamba para estudiar, en su mayoría, medicina, una carrera que en el país africano no existe.
En tanto, otros optaron por otras carreras como administración de empresas, turismo, comunicación y periodismo, psicología, odontología, arquitectura, entre otros.
Una buena parte de los caboverdianos hoy está casi a mitad de la carrera y tienen pensado volver a su país una vez que concluyan. 
Según Spencer, los diplomas que reciben los caboverdianos son reconocidos como los de cualquier país.
Cuenta que para venir a Bolivia deben realizar varios trámites en Portugal y no así en su país, ya que Bolivia no cuenta con un cónsul en las islas africanas. Sin embargo, indica que el Estado caboverdiano pronto nombrará un representante en Bolivia.
Esta situación hace que también el costo de la visa que requieren sea bastante elevado a diferencia de otros estudiantes extranjeros.
Para encarar juntos los problemas y hacer conocer su cultura, los caboverdianos formaron la Asociación de Estudiantes de Cabo Verde en Bolivia.
La mayoría vive en grupo, entre tres a cinco personas, y en departamentos alquilados. Para abaratar sus gastos, cocinan los platillos típicos de su país como el cabrito con maíz, la cachupa y otros.
Asimismo se juntan los fines de semana para compartir la música y la comida caboverdiana.
Spencer asegura que en Cochabamba encontró un lugar seguro y apto para estudiar, lo que no sucede en otros países a donde otros viajan en busca de una profesión.

En Cochabamba se vive bien y tranquila


Margareth Goncalves es otra joven que dejó la isla de San Vicente en Cabo Verde,para venir a Cochabamba y estudiar la carrera de comunicación social y periodismo en Univalle.
Llegó hace cuatro años, y sin perder tiempo ingresó a la universidad. Hoy está a un año de graduarse.
“Lo que más me llamó la atención de Bolivia era que se podía estudiar con poco dinero y tranquila”, dice al señalar que, sin embargo, la caída del dólar en el país le afectó económicamente.
Así como Gerson, espera que pronto se designe un cónsul para que a través de esa autoridad se pueda agilizar trámites y convenios que les ayudará en su formación profesional.
“Me gusta estar en Bolivia, más precisamente en Cochabamba. Aquí me divierto y me encanta el pique macho y mejor si es ‘re’ picante”, dice Margareth, quien habla y escribe casi perfectamente el español. 
Cuenta que aprender el castellano no le resultó muy difícil ya que el portugués, idioma oficial de su país, es muy parecido. Sin embargo, dice que con sus coterráneos prefiere hablar el criollo, el idioma popular de las islas africanas.
“En los cuatro años que estoy en Cochabamba hice muchos amigos, lo que seguramente me costará mucho dejarlos”, indica al comentar que, así como otros, vive en grupo en un departamento alquilado.


El camino a La Paz con pies pequeños

Protesta. En juego han creado la Asociación de Niños Afectados por la Marcha 

Roberto Navia Gabriel.

Ximena es la vicepresidenta de los niños marchistas y tiene un mono capuchino de peluche que se llama Tipnis. No es una niña cualquiera, no porque sea la hija de Rafael Quispe, el presidente del Conamaq, sino porque a sus 11 años ya probó el palo del poder cuando en el campamento de Chaparina, cerca de Yucumo, mientras jugaba a la gallinita ciega, un policía, en su afán por desbaratar la caminata indígena que va a la Paz, le cortó la cara y la tiró a una camioneta como se arroja a un animal, según su testimonio.
Ser niño en la marcha a favor del Territorio Indígena y Parque Nacional Isiboro Sécure (Tipnis) no tiene muchos privilegios. Entre los 1.000 marchistas que buscan evitar que una carretera parta en dos ese recurso natural, 96 son menores de edad, entre bebés de pecho y niños de 13 años. Sus padres los han llevado porque no tienen con quien dejarlos en sus chozas de monte adentro.
Pero sin pretenderlo, los niños en esta marcha se están enterando en carne viva de que el Tipnis se puede defender con la vida. Tal cual. Desde el 15 de agosto, cuando empezó la medida desde Trinidad, ha muerto Pedro Moye, de 13 años, que se cayó de una camioneta; Juan Uche Nosa, de ocho meses, no aguantó una infección estomacal y dos mujeres embarazadas abortaron por los traqueteos de la caminata. Desde entonces, el chiquitano Javier Cuéllar camina rumbo a La Paz con una bandera en memoria de todos los caídos.
La única ventaja que tienen los niños es que son los únicos que comen pan antes de que la columna de humanos, que camina a paso de hombre, empiece a marchar por lo general a las seis de la mañana. “Los niños tienen que tomar un tecito para que aguanten la jornada. Los adultos esperamos hasta el almuerzo”, dice Adolfo Chávez, el presidente de la Confederación de Indígenas de Bolivia (Cidob). Después, ellos también tienen que levantarse al ritmo de sus mayores y ayudar a armar las carpas cuando llegan a un lugar de descanso.
Un campamento es como un pueblo nuevo al que tienen que acostumbrarse por pocas horas. Antes del 25 de septiembre, cuando los policías arremetieron contra los indígenas con modales de dictadura, los niños, como Juan, como Raquel o como Ximena, jugaban por su cuenta cuando sus padres les daban permiso después de ayudar en los quehaceres de la marcha. Pero después de aquel episodio, la Unicef ha implementado un programa de apoyo a niños víctimas de la violencia que se llama Un nuevo sol por el bienestar comunitario.
Los funcionarios de la Unicef se disfrazan de payasos y les enseñan jugando cómo soportar los malos recuerdos para que estos no les hagan la vida imposible cuando lleguen a adultos. Es un trabajo que esa institución viene desarrollando en escenarios donde la violencia o los desastres naturales se ensañan con los menores de edad. En Bolivia ya fue desarrollado en las inundaciones de Beni y en el megadeslizamiento de varios barrios de La Paz. Claro, los niños son los que juegan, pero muchos adultos también se divierten con la gracia de un payaso.
La sonrisa fue un bien escaso durante el ataque de la policía a los marchistas aquel 25 del mes pasado. Ernesto lloraba pero después se hizo el muerto. “Así me salvé de una paliza”, cuenta este niño de ocho años en el campamento de Quiquibey. Esa estrategia no la había visto en la tele antes, sino la había escuchado en las conversaciones de los adultos del pueblo chimán dentro del Tipnis. Ernesto dice que vio cómo los ‘pacos’ le daban duro a Ximena, y por eso se tiró al suelo, se cubrió entre los barbechos y se puso duro como un palo. “No diga mi apellido por favor. La Policía me va a venir a buscar”, dice. Es que los niños de la marcha continúan con miedo y para combatirlo han creado la Asociación de Niños Afectados por la Violencia. Entonces, para evitar represalias, la portavoz oficial, la que puede hacer declaraciones con su nombre y apellido es Ximena Quispe.
El miedo se siente entre los niños. Ahora, cuando escuchan el sonido de un petardo, algunos se ponen a llorar. Eso ocurrió el viernes en Caranavi cuando los indígenas ingresaron al pueblo arropados por los vecinos y al ritmo de cohetes que explotaban en el aire. Tras el reventón, se ponían a llorar porque pensaban que la Policía estaba ahí, lista para atacar. Los dirigentes ya piensan en instalar un gabinete de sicólogos para que realicen terapia a los menores de edad para evitar que crezcan con traumas.
Pero Ximena Quispe, a nombre de los afiliados de su asociación, dice que no hay mucho drama porque así como muchos han sido golpeados, también han sido testigos de acciones que les han hecho sentirse queridos. Ella misma ha visto cómo una multitud de vecinos de Rurrenabaque ha puesto el cuerpo para liberar a casi 300 indígenas que iban a ser subidos en un avión rumbo a un destino desconocido.
Ximena, morena y delgada, también sintió el calor de la gente que no conoce después de tres días de haber sido golpeada, cuando en el campamento de Rurrenabaque le festejaron su cumpleaños número 12. Ella ha reído, cantado y bailado, y en ese momento se olvidó de la herida que tiene en la cara.
Ahora, los niños también juegan a ser los líderes del mañana. Juan, cuando sea grande, quiere ser como Fernando Vargas, el presidente del Tipnis. Le llama la atención cómo los periodistas se amontonan para entrevistarlo y él responde a las preguntas sin ponerse nervioso. Raúl Apuesta a ser un hombre como Adolfo Chávez, el presidente de la Cidob, porque admira que el hombre esté marchando con unos fierros que los doctores le han puesto en su brazo para que se sane de un accidente que tuvo.
Ximena Quispe quiere ser como su padre y si en adulta le toca volver a marchar hacia La Paz, afirma que por más vieja que sea, igual llevará a su mono de peluche que ella lo bautizó con el nombre de Tipnis.
    Por el camino   

 Juegos. Como los niños no se llevaron juguetes, se divierten con recursos de la naturaleza: las piedras son sus camioncitos, los palitos que caen de los árboles son sus soldaditos.

 Mascotas. Los perros que se suman a la marcha, ya sea porque les dan de comer o cariño, son los que hacen los días más agradables para los menores. Los animales juegan con los niños.

 Política.
Los niños también hablan de política y reniegan contra el Gobierno. No entienden cómo es que el presidente no pueda atender a sus padres antes de que lleguen a La Paz.

 Integración. En la marcha también hay una integración cultural entre el altiplano y los llanos. Un niño del occidente pregunta a otro del oriente qué quiere decir cheruje.

 Preguntas.
Otro niño de tierras bajas pide a su amigo que llegó de Oruro que le cuente cómo es la llama, porque él solo la ha visto por televisión. “¿Es verdad que escupe a los que la quieren agarrar?”, le pregunta.

 Espacio.
Algunos menores de edad nunca han visto un televisor. Por eso, cuando pasan por un pueblo quieren que alguien les muestre cómo es ese aparato del que muchos les han hablado.

 Estudios. Hay niños y niñas que hacen tareas entre una parada y otra, para no perder mucho el avance escolar. Otros no estudian porque hay pocas escuelas en el Tipnis.

 Solicitud. Las madres se comienzan a preocupar y piensan pedir a las autoridades que les permitan salvar el año escolar a los niños que no tenían con quien quedarse en la comunidad.
Es incierto el perjuicio que hay en la escuela
Cuando la marcha indígena haya terminado, el reto que tienen los niños que participan de ella es ponerse al día en la escuela. Los líderes del Territorio Indígena y Parque Nacional Isiboro Sécure (Tipnis) han aclarado que cualquier perjuicio en los estudios de los niños es responsabilidad de sus padres.
¿Por qué los niños acompañan a sus padres? Porque no se pueden quedar solos en el bosque. Esa es la respuesta que dieron algunos progenitores. Entonces, como se trata de una medida de presión contra el Gobierno y para evitar que el Tipnis sea partido por una carretera, muchos prefieren sacrificar los estudios de sus hijos.
Pero también hay otros motivos que pesan para tenerlos en esta caminata. En muchas de las 69 comunidades que pueblan el Tipnis, no hay escuelas, o si existen, solo tienen hasta el quinto de primaria. Es decir, muchos niños y adolescentes no están estudiando.
En el Tipnis, como el Estado no asiste ciento por ciento con la educación gratuita, existen internados dirigidos por iglesias evangélicas que garantizan el bachillerato. Pero estos internados son contados con los dedos de la mano y los estudiantes tienen que navegar hasta dos días por los ríos para llegar a clases.
Los que se quedaron están siendo atendidos por sus hermanos mayores. Así, adolescentes de 15 años están haciendo el papel de padres o madres durante los casi ya dos meses de marcha. Ester Chové está caminando a La Paz y está preocupada porque la comida que les dejó a sus hijos que se han quedado en el Tipnis ya está por acabarse. “Yo no pensaba que la marcha iba a durar tanto. Estoy tratando de llamar a algún familiar de Trinidad para que vaya a ver a mis guagüitas”, dijo ayer en Caranavi.
Marlene Moye tiene de la mano a su hijo de siete años. Ella tiene miedo que la maestra ya no lo deje entrar a clases cuando retorne. Entonces, dijo que enviarán una carta al Ministerio de Gobierno, en la que firmarán todos los padres que trajeron a sus niños a la marcha, para solicitar que se dé la posibilidad de que no pierdan el año escolar.

Las cifras

96
Es el número de niños que acompaña a sus padres en la marcha indígena que partió desde Trinidad.

160
Kilómetros es lo que faltaba para llegar a la ciudad de La Paz, desde Caranavi.


Amalia Pando: "Ya no quiero la televisión, estoy buscando la jubilación"





Incisiva, puntual, interesante y, sobre todo, controvertida. Así es Amalia Pando, la periodista que hace temblar a los políticos y a cuanta persona intenta ocultar la verdad para salvar su pellejo. No por nada, ha sido calificada el terror de los políticos.
Esa mujer que ha destapado distintos casos de corrupción como los pasaportes chinos, la quiebra de bancos o ítems fantasmas -investigaciones que le ha costado el odio de algunos políticos y personas involucradas en el escándalo y, la admiración de muchos bolivianos por su audacia- pronto dejará definitivamente las pantallas de televisión.
Amalia dejó por un par de días su natal La Paz para visitar la llajta y compartir su experiencia periodística como docente del diplomado de Periodismo Ciudadano. En ese escenario,  se abrió a las confesiones y se mostró tal cual es: una mujer sencilla, audaz, íntegra y con convicciones firmes. En menos de 30 minutos de conversación no dudó en contestar ni siquiera aquellas preguntas, que a muchos puede asustar u optar por el silencio.
La Amalia mujer y periodista confesó sus gustos, los problemas que tuvo con el ex presidente Carlos Mesa, quien antes de entrar a la arena política era su socio y amigo junto a Mario Espinoza y Ximena Valdivia. Así también no dudó en contar que hoy vive una nueva etapa de su vida: de esposa y abuela de una pequeña de apenas un año y dos meses.

P.- ¿ Por qué  Amalia está en RTP y no en una red nacional como en el pasado?. ¿Siente usted que la relegaron, le cerraron los medios o se relegó sola?

Amalia Pando (A.P).- No tengo una explicación cabal a tu pregunta, pero me  permite  reflexionar. Creo que hay un empalme entre el periodista y el medio; un empalme de idea y de orientación política.
 El 2008 fue un año de enorme  polarización.  El ascenso de Evo Morales  fue un hito y en ese momento yo estuve en canal 7, porque empalmé con lo que estaba aconteciendo en el país. Las redes nacionales pasaron a tomar una posición bien de derecha, pero posteriormente el gobierno comenzó a adoptar una posición bien intransigente en sus propios medios. Es ahí que me di cuenta que ya no tenía nada que ver ahí.

P.- ¿RTP fue entonces la alternativa?

A.P.: Sí, porque encontré un medio que es más local, no exclusivamente paceño, que tiene como patrimonio a un público muy grande y popular que empalma muy particularmente con la necesidad de espacio y libertad que necesito.

P.- ¿La política o los políticos le llevó a buscar un medio alternativo?

A. P.: Detrás de cada medio están los políticos, ya no hay periodistas dirigiendo medios. Si tú eres un anticlerical rabioso no puedes ir a trabajar a radio  Fides, entonces tiene que haber un empalme  porque es un tema ético. No es que te llevan a trabajar a un medio encañonándote, tú buscas trabajar en un medio porque piensas que vas a encontrar un ambiente que te permita trabajar. 

P.- ¿Qué  posibilidad existe de volver hacer un equipo con Carlos Mesa, Mario Espinoza y Ximena Valdivia, grupo que marcó historia dentro del periodismo boliviano?
A. P.: Ninguno.

P.- Por qué?

A.P.: Pues Carlos ya no es periodista en el sentido estricto, es ex Presidente. No hay interés, el equipo explotó.

P.- El 2002 se la vio a las 8 de  la noche despidiéndose de PAT, red que había forjado en base a una amistad. Se la notaba afectada, y después supe que Carlos Mesa la había despedido.
A.P.: Fue horrible y duro. Me pareció que me colocó en una situación indigna. Ocurre que me habían dado mi memorándum media hora antes de iniciar el programa. Yo misma redacté mi titular: Amalia Pando se va, la despidieron. Hice mi propio titular y había que dar la despedida.  El antecedente es que Carlos, ya electo (como candidato vicepresidencial de Gonzalo Sánchez de Lozada) vino al canal esa tarde, me llamaron a una reunión y me dijeron: Mira Amalia, Mario se va hacer cargo del departamento de prensa. Entonces le dije: pero el departamento de prensa está ocupado, vas a tener que despedirme… y me despidieron, tan simple como eso.

P.- ¿Cómo usted lo tomó, porque no era sólo un proyecto, eran amigos?

A.P.: No. Coincidimos en un proyecto, pero qué importante hubiera sido mantenerlo hoy, pero uno es amigo hasta que deja de serlo.

P.- Pero usted afirma que el equipo explotó

A.P.: Sí, explotó porque después de eso tú no puedes reponer las relaciones personales. Segundo, no hay ningún tipo de condición para armar un proyecto independiente. Todos quedamos en la lona económica. Intenté hacer una buena productora independiente, pero no funcionó, empezó el déficit, se terminaron los contratos, cerré y liquidé. Fracasé.

P.- Amalia Pando estorbaba a Carlos Mesa?

A.P.: Nooo, para nada (sonrisas)

P.- En la Política digo?

A.P.: Yo creo que Mario tuvo una posición absolutamente personal, lícita y defendió  sus intereses. Se apoyó en Carlos y Carlos, que ya iba a ser vicepresidente, se preguntó ¿quién iba a ser mejor? Y se apoyó en Mario.

P.- Amalia parece tomarlo con madurez ese hecho, pero ¿en lo sentimental?

A.P.: Bueno, hice luto. Me tomó tiempo superarlo, pero luego uno se sobrepone y sigue adelante. Fue para bien. Todo lo que sube baja, y todo lo que está abajo sube también.
P.: Hace poco Amalia Pando y Carlos Mesa se reencontraron en una entrevista que usted le hizo. ¿Qué sintió ?
A.P.: Mira, tengo un gran afecto por Carlos, eso no se desvaneció. Carlos fue muy respetuoso, muy amigo, en el prólogo de la entrevista, esos instantes previos a salir al aire. Era como  si el tiempo no hubiera pasado: el mismo Carlos, la misma Amalia. Pero luego cuando sales al aire, después del 3, 2 1.. al aire, algo ocurre en el escenario y uno toma el papel del periodista y sé que estoy hablando con el ex Presidente. No se cruzan los cables, por lo menos en esta situación no se cruzaron. Ni amores, ni desamores, ni nada.

P.: ¿Cuáles son proyectos de Amalia  a futuro?, es la primera vez que la vemos como docente 

A.P.: Di algunas cátedras en la UMSA, pero ahora no tengo grandes planes. Uno de los más próximos es ver si consigo algún contrato para el próximo año. Todos los años  todos estamos en la misma, siempre empezando. Estuve dos años fuera de la tv... Amalia Pando no siempre es conveniente, es demasiado polémica.

P.: Eso le cierra puertas o choca intereses de los dueños?.

A.P.: No, yo qué intereses voy a chocar. Yo hago un periodismo que no es comercial… entonces es un estilo personal.

P.: ¿Es por eso que Amalia dice que el buen periodismo se está acabando?

A.P.: No. Hay una camada. El buen periodismo lo ejercen los periodistas y quienes dirigen los medios de verdad, y esa tanda se acabó y tiene que surgir otra. Todo eso depende de que los medios tenga una visión periodística y no política. Cuando los medios se ponen como trinchera ahogan el periodismo.

P.- ¿Amalia seguirá en la televisión?

A.P.: Siento que estoy terminando, me siento bastante cansada. Sin embargo, creo que en radio voy a seguir bastantes años más, pero en televisión ya no, es muy brava, demanda mucho.
En televisión no hay quien te acompañe y yo no puedo hacer un mal programa. Cuando algo me sale mal, yo entro en una depresión profunda. Me gusta hacer las cosas y hacerlas bien. Me gusta exigir a mi entorno, quizás por eso tengo una fama de malvada. Ya no quiero la televisión, estoy buscando la jubilación. 
P.: ¿Qué hay de la Amalia mujer?

A.P.: La Amalia mujer es muy fatigada. Me encanta estar en casa. Tengo un núcleo muy reducido y me ocupa lo que a todas las personas: el afán de limpiar la casa, qué vamos a comer?, cómo está el hijo?, cómo está el perro?....

P.: ¿Cocina?

A.P.: No, pero tengo un  compañero que lo hace maravillosamente.

P.: ¿Por qué no se casó?. Se dice en el medio que las mujeres no duran con un marido.

A.P.: Son los maridos que no duran con una periodista (risas). El amor y las relaciones son una interrogante que no tiene solución, es como una ecuación sin solución.  Ahora si no te llevas bien con la pareja esto no dura, pero  tengo la suerte de tener a un compañero sensacional. Ya nos encontramos en la curva.

P.- ¿Cómo se llama él?

A.P.:  Se llama Mario Peña, es uruguayo. Desde que se vino acá, trabajamos juntos en todas las cosas. Hace publicidad. Siempre ha ayudado a conseguir la publicidad para la productora o los programas. Es mi manager.

P.: Este su manager de ahora, es tan querido  como esos amores que ha tendido en los 80, esos amores por la libertad, por las luchas?
A.P.: Sigo amando las mismas causas. Lo que no pude encontrar fue un instrumento. No hubo partidos que pudieron encarnar, dirigir esas causas. Se quedaron en pequeños grupos de héroes, de militantes, de gente tan querida.  Los amores personales son de otro ámbito, no es una causa ideológica, sino una causa palpable.

P.- ¿Hijos?

A.P.: Tengo un hijo (Manuel), ya viejo.

P.- Sigue el camino de Amalia?

A.P.: Por suerte no, es un oficio muy largo, muy duro y mal pagado. Es decir, hay que ser loco para ser periodista, es mucha pasión para este oficio. Mi hijo es de otra corriente de pensamiento. 

P.: ¿Qué hace por lo general Amalia en casa?

A.P.- Ahora soy una abuelita, me dedico a cambiar pañales porque tengo una hermosa nieta de un año y dos meses.

A.P.: ¿Qué quiso hacer y no pudo?

A.P.: Tal vez viajar más, gozar de la vida. He trabajado mucho; en las épocas de la militancia volvía a la casa en la madrugada. Soy una hormiguita y no he tenido espacios para viajar. Me gustaría dedicar mi tiempo a la familia.

P.: Si volvería a nacer, volvería a ser periodista?

A.P.: Sí, por supuesto
P.: ¿Cree en Dios?

A.P.: A veces, no siempre

P.: ¿En qué momento cree en Dios?

A.P: En los momentos difíciles, pero cuando me entero de una violación de una niña me pregunto ¿por qué Dios no pudo impedir esta tragedia?.
LESLIE